La alimentación infantil es uno de los caballos de batalla de los padres, que se enfrentan a diario a la tarea de conseguir que sus hijos sigan una dieta equilibrada. Sin embargo, existe una serie de alimentos que se tiende a rechazar como la fruta y las verduras y frecuentemente, para evitar conflictos, se reemplazan por comidas que ya se sabe que van a ser aceptadas.
La obesidad infantil es uno de los grandes problemas a los que se enfrenta el estrato de población más joven en los últimos años. Los índices de sobrepeso se han incrementado considerablemente, debido en buena parte al sedentarismo (los jóvenes pasan un buen número de horas sentados frente al televisor o el ordenador) y a la falta de ejercicio. También influye, en buena parte, la falta de orden en las comidas, con horarios anárquicos en los que incluso se salta alguna de ellas o las dietas desequilibradas con exceso de calorías debido, entre otros, al consumo de bollería industrial.
Los almuerzos saludables pueden ayudar a los niños a desarrollar buenos hábitos de salud para el resto de su vida. Una de las tácticas para conseguir que éstos sigan una dieta sana es que los padres consuman este tipo de alimentos: pescados, aceite de oliva, verduras y fruta y así se establezcan unos hábitos que perdurarán con los años.
Sin embargo, muchas veces estas piezas se sustituyen por zumos ya preparados o por otro tipo de dieta más energética, donde abundan los azúcares o los embutidos. Y es que a los más pequeños la tarea de tener que pelar las piezas de fruta que, además, ensucian las manos, no les convence y hace que rechacen esta opción en su merienda. En estos casos, los padres deben facilitar al máximo la labor, pelándola y dejándola lista para consumir.
La merienda, una recarga de energía
La alimentación de los niños debe ser ligera, sana y variada. Si a media mañana toman un tentempié es preferible que sea un pequeño bocadillo, como pan con chocolate o bien lácteos o zumos. Cuando llega la hora de la comida, es necesario que ésta incluya elementos de todos los grupos alimenticios desde carnes y legumbres hasta verduras y pescados.
La merienda es una comida necesaria para aquellos niños que están creciendo, ya que sus estómagos son pequeños y para conseguir los nutrientes necesarios deben comer menos pero con más frecuencia. Ellos necesitan una recarga energética inmediata y por ello se recomienda suministrar azúcares simples como los que se encuentran en la fruta, que se absorben con mayor facilidad. Por lo general se acostumbra a que los pequeños consuman lácteos y zumos, junto con bocadillos. El pan, las galletas junto con los yogures naturales, batidos, la leche con cereales o el queso son los productos más apropiados.
Las mejores bebidas para los niños pequeños son la leche y el agua, sobre todo es importante no descuidar el consumo de ésta primera, aunque también pueden tomar zumos de frutas naturales, combinados con la ingestión de alguna otra pieza. Deben evitarse los refrescos con azúcar porque aparte de no ser aconsejables en esta edad, contribuyen a quitarles el apetito.
Tampoco se recomienda comer caramelos, golosinas ni bollería industrial de forma sistemática entre comidas. La cuestión no está en erradicarlos totalmente, pero sí en consumirlos muy esporádicamente, tan sólo una vez a la semana o como mucho, dos golosinas al día.
Menos bollos
Con frecuencia se tiende a sustituir las meriendas de bocadillo por paquetes de patatas fritas o productos de bollería industrial, acompañados de bebidas gaseosas. Esto es un error que debe subsanarse, y mentalizarse de que es preferible un bocadillo de pan con chocolate más que un bollo con este mismo relleno. En todo caso, se pueden consumir golosinas menos artificiales como los dulces hechos en casa.
El mundo de las golosinas y bollería ejerce una indudable atracción entre el sector de los más jóvenes pero hay que saber que a esta edad los niños necesitan unas 1200 kilocalorías diarias y una pieza de bollería industrial en sí mísma ya aporta unas 420.
Conviene tener en cuenta que si se excede la cantidad de calorías que el cuerpo necesita pueden comenzar a producirse problemas en el sistema digestivo, caries e incluso pueden ser un factor de riesgo tanto para el sistema circulatorio (por su contenido en grasas saturadas) como para futuros posibles casos de diabetes.
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