La polémica del pan de cada día

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Mala fama

De un tiempo a esta parte, el consumo de pan ha descendido de manera alarmante en España. Algo tremendamente injusto si se tienen en cuenta sus muchas ventajas nutritivas, su alto contenido en fibra, hierro, vitaminas y calcio.

El pan, uno de los alimentos más antiguos de la historia, está pasando por una de sus peores épocas. Y todo por la mala fama que pesa sobre él desde hace unos años, y que no se corresponde con los ricos y variados valores nutritivos que posee.

En efecto, el consumo de pan en España ha descendido de forma alarmante. Como prueba el hecho de que, en 1964, se consumieran 134 kilos de pan por persona y año, mientras que en 1992, esa cifra apenas sobrepasaba los 55 kilos. Otra cifra esclarecedora es la que facilita el Panel de Consumo Alimentario del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación según el cual el consumo medio actual por persona y día de los españoles es de 157 gramos, mientras la Organización Mundial de la Salud recomienda que esa cifra sea de 250 gramos.

Ante estos datos, no es de extrañar que los profesionales relacionados con este producto se hayan puesto a trabajar duro, como demuestran las campañas de imagen y promoción que están llevando a cabo organizaciones como la Asociación de Fabricantes de Harina, la Cofradía del Buen Pan y la Confederación Española de Organizaciones de Panadería (Ceopan).

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Cartas de pan

Parece que en el conocimiento está la clave de la mejora de imagen, como asegura Carlos Fernández Carretero, director de la Cofradía, quien asegura que “los consumidores tienen cada vez más información sobre los alimentos que les benefician y aportan a su dieta los nutrientes necesarios para conseguir una alimentación más sana. En el caso del pan, aunque poco a poco, va siendo reconocido por los consumidores”. El caso es que se avanza tan despacio que, mientras tanto, algunas panaderías se ven obligadas a cerrar ante la escasez de negocio.

Al tiempo que en España se sufre este desinterés por el pan, el resto del mundo occidental se rinde a sus pies. Prueba de ello son las cada vez más frecuentes cartas de pan que se ofrecen en los restaurantes más punteros de París, Londres o Nueva York, donde se puede elegir entre multitud de variedades, desde piezas con nueces, especias o cereales, hasta baguettes francesas o lasbrezeln alemanas.

¿Kilos de más?

Los gourmets no son los únicos que han sucumbido a sus encantos. Nutricionistas de todas las nacionalidades reconocen y recomiendan su consumo. Y no es de extrañar si se recuerdan sus virtudes alimentarias.

Para empezar, es esencial aclarar que el pan no engorda, al menos no tanto como la mayoría de la gente piensa. Lo que engorda es el exceso y lo que se le unta o coloca en medio (en caso de bocadillos). De hecho, 50 gramos del producto sólo aporta 130 calorías, una tercera parte que el alcohol.

En los últimos tiempos se ha llegado a la conclusión de que incluso ayuda a evitar la obesidad, ya que los alimentos ricos en hidratos de carbono tienen un mayor efecto saciante que los ricos en grasa. Esa es la razón de que retrasen la aparición de apetito. Pero esta no es, ni muchísimo menos, su única ni mejor ventaja.

Según la OMS, los carbohidratos complejos del pan reducen el nivel de colesterol en sangre y ayudan a controlar la diabetes mellitus. Además, su alto contenido en fibra contribuye a evitar trastornos intestinales y protege contra algunos tipos de cáncer. Otro de sus atractivos es su alto contenido en hierro, vitaminas (sobre todo del complejo B) y calcio.

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