La Familia de las Coles y su contribución a una dieta sana

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La familia de las coles, también llamadas crucíferas, atesoran buenas cantidades de minerales y vitaminas, y son conocidas por sus propiedades antioxidantes.

El repollo, la coliflor, el brécol, las coles de Bruselas, o la lombarda forman parte de la extensa familia de las coles. Se trata de hortalizas habituales en nuestras cocinas y constituyen un ingrediente común a muchos platos tradicionales.

Pero además de sus virtudes gastronómicas, representan un alimento muy sano, repleto de cualidades preventivas frente a graves enfermedades. De hecho, desde la antigüedad se han empleado para depurar y desintoxicar el organismo, para mejorar las úlceras intestinales y para luchar contra las enfermedades reumáticas y la anemia, entre otras propiedades.

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Las crucíferas, denominación que hace referencia a sus flores, que tienen forma de cruz, guardan gran cantidad de agua, en torno a un 80% de su peso, en la que se hallan disueltos distintos minerales. Son especialmente ricas en potasio: las coles de Bruselas contienen unos 300 miligramos por cada 100 gramos, mientras que la coliflor ronda los 140 miligramos.

También destacan por sus concentraciones de calcio, fósforo y magnesio, y en cantidades menores poseen cobre, azufre, zinc y magnesio. Esta amplia composición mineral influye en la buena salud del corazón, ya que el potasio es imprescindible para que lata correctamente, así como en la transmisión adecuada de los impulsos nerviosos, el equilibrio de la presión arterial y la buena hidratación del organismo. A pesar de que su contenido en calcio es elevado, tienen oxalatos, compuestos que impiden que sea absorbido en su totalidad por el cuerpo.

En general, las especies verdes como las coles de Bruselas o el brécol son más ricas en minerales que las blancas, caso de la coliflor. Sin embargo, esta última sí atesora buenas concentraciones de fibra, ideal para un adecuado tránsito intestinal, así como para prevenir la hipertensión. Las crucíferas en general producen sensación de plenitud en el estómago, por lo que son muy útiles en regímenes de adelgazamiento.

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Pero quizá su propiedad más apreciada, constatada recientemente por distintas investigaciones, es su poder anticancerígeno, por lo que los expertos recomiendan consumirlas al menos dos veces a la semana. Una parte importante de las cualidades antitumorales de las crucíferas reside en su riqueza en vitamina C. Se trata de un micronutriente antioxidante, es decir, combate los radicales libres, responsables del envejecimiento y el deterioro celular. Este proceso está en el origen un crecimiento descontrolado de las células y, por tanto, del desarrollo del cáncer. Pero además, poseen folatos, así como betacarotenos, sobre todo el brécol, las coles de Bruselas y el repollo, que igualmente actúan como protectores frente a los tumores.

Una de las escasas desventajas de esta clase de verduras es que provocan flatulencia debido a su riqueza en celulosa. Este efecto depende bastante de cada persona, pero como prevención conviene masticarlas bien. Por otro lado, quienes sufran problemas de riñón o de retención de líquidos pueden beneficiarse de su carácter diurético.

Es sencillo encontrar crucíferas en el mercado y existen mil formas de prepararlas. Se pueden tomar cocidas, gratinadas o al vapor, pero hay que tener en cuenta que el cocinado reduce considerablemente su composición vitamínica y mineral. Por tanto, lo recomendable es consumirlas siempre de la forma más simple posible y sin pasarlas excesivamente, siendo el vapor la mejor opción. Se conservan bien en la nevera, en la que aguantan varios días, y se pueden congelar, previamente escaldadas. El olor característico que desprenden durante el cocinado se debe a su contenido en azufre.

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