Realiza una alimentación planificada y equilibrada procurando evitar la excesiva cantidad de bocadillos, refrescos, dulces, etc. y en cambio aumentar la oferta de frutas, verduras, lácteos, legumbres y cereales de grano entero.
Haz ejercicio físico regular mediante algún tipo de práctica deportiva. Pasear o practicar algún deporte con tus amigos o familia puede ser una buena manera de estimular la actividad física.
Respeta los horarios de comida.
Evita comer entre horas alimentos ricos en grasa y azúcares, ya que esto tiene dos inconvenientes:
aportan muchas calorías y pocos nutrientes
- te quitan las ganas de comer alimentos mucho más nutritivos
No te olvides de los lácteos. Son muy importantes para que tus huesos tengan todo el calcio que necesitan. Si tiendes al sobrepeso selecciona los desnatados o semidesnatados.
No olvides que los hidratos de carbono son nuestra principal fuente de energía. Los puedes encontrar en:
los cereales: arroz, avena, maíz, trigo y sus derivados; harinas y productos elaborados con ellos como pan, pastas, galletas.
- las legumbres (guisantes, garbanzos, lentejas, etc.). Estos también nos aportan fibra que es importante para regular el funcionamiento de nuestro intestino y prevenir enfermedades.
Precaución con la comida rápida, -engorda mucho y alimenta poco-.
Es importante comer despacio y sin distracciones (TV, videojuegos, etc.).
Más de 2 horas frente a la televisión favorecen la obesidad.
Se debe comer con moderación y variedad: un poco de cada cosa y no mucho de una sola.
Haz participar a tu familia y amigos en la práctica de los buenos hábitos alimentarios. Una alimentación sana es saludable para todos ellos, tengan o no sobrepeso.
La adolescencia es una etapa de cambios psicológicos importantes que pueden afectar la actitud hacia la comida, apareciendo rechazo por la imagen corporal y trastornos en la conducta alimentaría, en ese caso: consulta a tu médico.
Es peligroso que hagas dietas o tomes fármacos para la obesidad sin consultar antes a tu médico.