Bacterias beneficiosas
Desde hace unos años a esta parte, cada vez son más las personas que han oído hablar del kéfir y de sus beneficios para la salud del organismo. Los nutrientes que aporta este yogur o leche del Cáucaso son básicos para la vida diaria.
Lo que distingue al kéfir del yogur es que éste solamente puede elaborarse a partir de los nódulos o las granulaciones específicos, de unos 3 y 30 milímetros de diámetro, de los que se han de disponer. Estos nódulos son muy fáciles de obtener en herboristerías o en tiendas de dietética especializadas.
Ácido láctico
Está de moda que los yogures integren en su composición nuevas bacterias, además de las habituales, para darnos nuevos aportes alimenticios que interesan a nuestro organismo. Dichas bacterias, transforman la energía, sobre todo la de los hidratos de carbono, en una sustancia conocida como ácido láctico. La gran parte de las funciones beneficiosas para el organismo que realiza la flora intestinal son debidas a la presencia del ácido láctico en el metabolismo de las células.
Entre los beneficios que da al organismo este desinfectante natural se encuentran el de aumentar la intensidad de la respiración celular y estimular el tono muscular del corazón. Pero, además, de los beneficios que se derivan de los contenidos nutricionales de las leches fermentadas, el ácido láctico estimula los movimientos peristálticos en la zona del duodeno, en todo el intestino y en el colon.
¿Cuál es su origen?
Ya desde Marco Polo, quien menciona las maravillas del kéfir en su viaje a Oriente, se conocía su existencia. El kéfir es la leche fermentada más antigua que existe. Su origen se sitúa en las montañas del Cáucaso. Tiene especiales y valiosísimas propiedades, según lo evidencia la longevidad de los pueblos que lo consumen habitualmente, desde hace miles de años. Pero el hecho de que el kéfir fuese considerado por los pueblos nómadas del Cáucaso como un elemento sagrada de su creencia religiosa, ha traído consigo la ocultación del secreto de su elaboración durante siglos.
Las primeras reseñas que existen sobre su llegada a Europa datan del siglo XVI. Sin embargo, se cree que debía ser conocida desde hacia mucho más tiempo en zonas como Rusia y Polonia.
Según la tradición, el rey Francisco I de Francia, tenía una enfermedad intestinal que le causaba diarreas continuas. Parecía que no existía cura, pero el rey pidió a los médicos de la corte ser atendido por un colega turco, el cual trajo consigo ovejas y una receta secreta para la fermentación de la leche. Tras la ingestión de kéfir proporcionada por el médico turco, el rey Francisco I se curó de sus diarreas.
¿Cómo elaborarlo?
Es muy fácil, la siembra directa y el cultivo normalizado permiten elaborar un kéfir de características similares al del Cáucaso. Tan sólo se necesitan dos recipientes y un colador, un frasco de vidrio de cierre hermético y un bol para que caiga la leche ya refinada cuando la colemos.
Las características y el sabor del kéfir serán distintas dependiendo de la leche que empleemos (cabra, oveja, vaca) así como la composición de los nódulos y de las condiciones de la elaboración. Los ingredientes se limitan a un litro de leche, procurando que esta no sea procedente de animales tratados con antibióticos, y 150 gramos de nódulos.
Algunas recetas:
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