Un estudio de la cerámica a través de los tiempos nos da, si no toda la historia humana del arte de comer, sí una parte importantísima del mismo, ya que no en balde la vajilla está, respecto a los manjares, en relación de continente a contenido.
Existió en la humanidad una época en la que el hombre comía crudos los frutos y la carne, y para calmar su sed se inclinaba sobre los arroyos, sin utilizar para coger el agua recipiente alguno. El comer y el beber están entonces reducidos a su más elemental expresión: la de calmar una necesidad, sin el más leve asomo de refinamiento.
Acaso se ha hablado demasiado poco de que una de las más profundas revoluciones de los tiempos prehistóricos acaecida en los albores del paso del nomadismo al sedentarismo es la aparición de la alfarería y de la cerámica, es decir, la aparición de una actividad encaminada a producir objetos en que guardar, preparar y servir los alimentos.
El hombre del neolítico se diferencia de su antecesor del paleolítico no solo en que pulimenta la piedra en vez de tallada, sino también en que usa vasijas cuya propiedad de endurecerse al fuego es aprendida en el mero ejercicio de guisar.
El primer pueblo histórico que nos presenta restos apreciables de vajilla para poder permitirnos formar una idea aproximada de su alimentación es el egipcio. Desconocían los egipcios el torno de alfarero, y por ello los primitivos productos cerámicos son muy toscos. No obstante, y con el transcurso del tiempo llegan a obtener verdaderas porcelanas, si bien la emplean para objetos de adorno más que para vajilla.
Por lo general, las vasijas egipcias eran de gran tamaño, por lo que más que como cerámica de mesa, debemos consideradas como de almacenamiento de víveres. Grandes orzas, primero sin vidriar y luego vidriadas, servían para guardar no solo los líquidos, si no también el trigo, la harina y los alimentos sólidos.
Es curioso señalar que estas grandes vasijas eran unas veces de barro y otras de piedra, abundando las de granito y basalto, y también las de alabastro, más fáciles de trabajar. Estas vasijas pétreas, generalmente con asas, tenían las paredes de asombrosa delgadez, y cada una de ellas representaba muchos meses de trabajo.
Como utensilios de mesa encontramos en primer lugar jarros y vasos, empleados para servir las bebidas. Las llamadas «paletas egipcias», discos planos generalmente trabajados en pizarra, no servían tan solo, como se ha supuesto, para realizar ofrendas, sino que eran utilizados como verdaderos platos para servir alimentos sólidos.
Este género de platos nos hacer ver que los alimentos se servían sin salsas y cuando algún manjar ser condimentaba con ellas, las salsas eran servidas aparte, en los vasos y jarras destinados a las bebidas.
Cuando la cultura egipcia alcanzó su mayor esplendor existió una elevada técnica en la fabricación de porcelanas, construyéndose vasijas de mesa de un bello azul decoradas en negro brillante. Existen de esta época cántaros alargados, jarras muy esbeltas, tazas, vasos, …apareciendo entonces platos muy semejantes a los nuestros, es decir, con el borde levantado para poder contener salsas y caldos.
El empleo del aceite de oliva para preparar los alimentos data de tiempos remotos, y es muy verosímil que los primitivos, egipcios frieran la carne y el pescado de un modo semejante a como ahora lo hacemos nosotros.
También está comprobado el uso del pan como alimento cotidiano. En tiempos remotos, la harina de trigo se mezclaba con agua y sal, cociéndose en piedras calientes, pero más tarde utilizaron la levadura para la alimentación y conocieron el horno cerrado empleado no solo para hacer el pan, sino para preparar alimentos asados.
Es indudable que los conocimientos cerámicos del antiguo Egipto pasaron, como otras tantas manifestaciones de cultura, a las civilizaciones prehelénicas, especialmente a Troya, ciudad en la que las denominadas por Pasily «artes del barro» alcanzaron extraordinario desarrollo.
Aprenden también a adornar el exterior de las vasijas por medio de arcillas de diferentes tonos. La decoración se obtiene mediante distintos relieves, pero no llegaron a conseguir el vidriado. Típica vasija de Troya es una especie de copa con dos asas destinadas a servir las bebidas; los platos difieren poco de los modelos egipcios, y existe también un género de vasijas que imitan la figura humana, llamadas por eso «vasos antropomorfos».
Poco a poco esta tendencia a la representación a la figura humana fue desapareciendo, mientras se depuraban las líneas para dar lugar a objetos de verdadera belleza.
El hecho más interesante de la cultura troyana por lo que a las artes de la mesa se refiere, es, sin duda, la vulgarización de la cuchara como instrumento para ayudarse a comer.
Hay que anotar que utensilios, muy semejantes a la cuchara actual, aunque por lo general más planos, se conocen en otras culturas anteriores a la que comentamos, pero parece que tales útiles no se emplearon para comer, sino a modo de paletilla para extender por la piel los cosméticos, ya empleados entonces por las damas.
Este utensilio, nacido para el tocador, se extendió a la cocina y allí permaneció solo hasta que, andando los siglos, vino a ser acompañado por el tenedor.
La jarra de dos asas troyana es, sin duda, para beber, al paso que lo que denominamos «vasos» son más bien recipientes para contener perfumes.
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