La anorexia

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¿Qué es la anorexia?

La anorexia consiste en un trastorno de la conducta alimentaria que supone una pérdida de peso provocada por el propio enfermo y lleva a un estado de inanición. La anorexia se caracteriza por el temor a aumentar de peso, y por una percepción distorsionada y delirante del propio cuerpo que hace que el enfermo se vea gordo aun cuando su peso se encuentra por debajo de lo recomendado. Por ello inicia una disminución progresiva del peso mediante ayunos y la reducción de la ingesta de alimentos.

Normalmente comienza con la eliminación de los hidratos de carbono, ya que existe la falsa creencia de que engordan. A continuación rechaza las grasas, las proteínas e incluso los líquidos, llevando a casos de deshidratación extrema. A estas medidas drásticas se le pueden sumar otras conductas asociadas como la utilización de diuréticos, laxantes, purgas, vómitos provocados o exceso de ejercicio físico. Las personas afectadas pueden perder desde un 15 a un 50 por ciento, en los casos más críticos, de su peso corporal.. Esta enfermedad suele asociarse con alteraciones psicológicas graves que provocan cambios de comportamiento, de la conducta emocional y una estigmatización del cuerpo.

¿Qué tipos de anorexia existen?

Anorexia nerviosa donde la pérdida de peso se debe a una disminución de la ingesta de alimentos. Al principio tiene sensación de hambre, pero luego se acostumbra y casi le resulta placentero: es la prueba de su «dominio» sobre la comida.

Anorexia nerviosa donde la pérdida de peso se debe por un lado a la disminución de la ingesta de alimentos y por otro a la actitud de provocarse el vómito o a la toma de laxantes. Se suceden períodos de ayuno con períodos donde el paciente se atraca de comer. Estos casos son de más difícil tratamiento ya que suelen asociarse a depresión.

¿Cuales son las causas de la anorexia?

No se conoce una causa única. Algunos autores ven un desencadenante en la obsesión que existe en la sociedad actual por mantener una imagen corporal en la que la delgadez se asocia a belleza. De todas formas no puede hablarse de factores desncadenates de la anorexia, sino de factores predisponentes y precipitantes. Otra de las posibles causas es que en la sociedad occidental se le da mucha importancia a la delgadez, al cuerpo perfecto y a la belleza femenina, ofreciendo, incluso soluciones y alternativas para lograr este ideal.

¿Cuáles son los síntomas de la anorexia?

La anorexia se puede diagnosticar no sólo al ver a una persona con un bajo peso corporal, esta enfermedad presenta ciertas características muy propias de dichotrastorno: Rechazo a mantener el peso normal de acuerdo a la edad y a la altura del individuo, adopción de distintas dietas, tener como objetivo únicamente la delgadez, carácter hostil e irritable, la persona tiende a tener actitudes depresivas, actividad física intensa, miedo intenso a ganar peso, distorsión de la imagen del cuerpo, en las mujeres existe la ausencia de tres ciclos menstruales consecutivos, preocupación por las calorías de los alimentos, se presentan dolores abdominales, vómitos, preocupación por cómo son elaboradas las comidas (con qué ingredientes), restricción de alimentos, hiperactividad entre otras cosas. Los anoréxicos pueden ser reconocidos fácilmente por distintos síntomas emocionales: no tener la habilidad para hacer frente a situaciones emocionales o exoresarse, hay una disminución de las relaciones sociales (se produce un aislamiento), cambios drásticos de humor, compulsión y vergüenza debido a sus malos hábitos alimenticios. Esta hipersensibilidad en el área emocional está acompañada por ese deseo de poder manejar sentimientos y reacciones que son afectadas por ese condicionamiento social de verse bien, lo que indica para un anoréxico perder peso.

¿Cuáles son los síntomas físicos de la anorexia?

Las pulsaciones cardiacas se reducen. Se producen arritmias que pueden derivar en un paro cardiaco. Baja la presión arterial. Desaparece la menstruación en las mujeres (amenorrea). Disminuye la masa ósea y, en los casos muy tempranos, se frena la velocidad de crecimiento. Disminución de la motilidad intestinal. Anemia. Aparece un vello fino y largo, llamado lanudo, en la espalda, los antebrazos, los muslos, el cuello y las mejillas. Estreñimiento crónico. La disminución del gasto energético produce una sensación constante de frío. La piel se deshidrata, se seca y se agrieta. Coloración amarillenta en las palmas de las manos y las plantas de los pies por la acumulación de carótenos en las glándulas sebáceas. Las uñas se quiebran. Pérdida de cabello. Problemas con los dientes y edemas periféricos. Hinchazones y dolores abdominales.

¿Cuáles son los trastornos cognitivos producidos por la anorexia?

Abstracciones selectivas, uso selectivo de la información, generalizaciones, supersticiones, se magnifica el lado negativo de cualquier situación, pensamiento dicotómico, ideas autorreferenciales, inferencia arbitraria.

¿Por qué se da generalmente en la adolescencia?

La aparición de estas enfermedades relacionadas con la alimentación se dan especialmente en la adolescencia, entre los 14 y los 20 años, ya que es una etapa en la que el cuerpo se está desarrollando y cambiando abruptamente y la imagen mental que tenemos del propio cuerpo es más lenta que su evolución biológica.

La responsabilidad de un adolescente enfermo recaiga sobre la publicidad y los medios, que muestran modelos perfectos del hombre y la mujer, delgados y bellos, o sobre la misma familia, pero lo cierto es que ambos núcleos sustentan, por así decirlo, la evolución que realiza la enfermedad en un adolescente en plena formación física y psíquica, y son a la vez quienes pueden ir erradicando la enfermedad de quienes la padecen y de la sociedad toda.

Es una enfermedad familiar que tiene como síntoma a uno de sus miembros padeciendo bulimia o anorexia.

Se deben aceptar como enfermedades que se originan en el seno mismo de la familia, y que pueden actuar como síntoma de conflictos internos, personales y de tensiones en las interrelaciones padres-hijos-hermanos.

Esta problemática bio-psico-social debe alertar a los adultos en general y a los padres en especial acerca de los adolescentes inmersos dentro de los pseudomodelos y valores vigentes en nuestra cultura de hoy. Adultos y padres que muchas veces actúan ciegamente o simulan estar ciegos ante situaciones dolorosas de este tipo, aun más cuando se trata de padres con respecto a una hija o un hijo, una no-aceptación de su padecer, de su sufrimiento.

No hay que negar lo que sucede, hay que asumir la situación, sentirse parte de ella y actuar en consecuencia.

¿Qué cambios se requieren por parte de la persona para salir de la anorexia?

Aceptación de la enfermedad, aceptar cuidar su salud, aceptar ayuda y tratamiento tanto médico como psicológico, que le permitan restablecerse físicamente y le ayuden a cambiar sus pensamientos y comportamientos que tanto le perjudican. Esforzarse en introducir cambios para ella misma como persona, cambios que le ayuden a mejorar sus relaciones interpersonales, a afrontar y resolver problemas de la vida, en la forma de hacer proyectos, en sus habilidades sociales y competencia social, en la confianza en sí misma, en el aumento de su autoestima y con más seguridad en el medio que la rodea.

¿Cúal es el tratamiento para la anorexia?

Tanto la anorexia como la bulimia nerviosa, son consideradas desde una perspectiva multidimensional que incluye factores físicos, psicológicos, familiares y socioculturales, que interactúan entre sí tanto para desencadenar la enfermedad como para mantenerla. El tratamiento requerirá también una intervención multidimensional incluyendo un tratamiento médico, psicológico y familiar. El tratamiento consistirá en ir introduciendo cambios para conseguir una mejora en sus trastornos físicos, psicológicos y en las relaciones interpersonales familiares y sociales.

¿Cúal es la población que más afectada está por la anorexia nerviosa?

La incidencia de la anorexia nerviosa ha aumentado a lo largo de los últimos 20 años. Se calcula que se presenta en una de cada 100 mujeres entre las edades de 16 y 18 años de edad. Del cinco al 10 por ciento de los adolescentes a los que se les diagnostica la anorexia son varones. Inicialmente se encontró mayoritariamente en las familias de clase media y alta, pero ahora la anorexia se encuentra en todos los grupos socioeconómicos y en una variedad de grupos étnicos y raciales.

¿Cuáles son las conductas de riesgo en la anorexia?

Las conductas de riesgo son aquellas que si se realizan con cierta regularidad pueden acarrear la aparición de una anorexia o bulimia nerviosas. Si observáis algunas de estas conductas en algún familiar o compañero advertirle del riesgo de anorexia o bulimia: Modificación de las costumbres alimentarias, seguimiento de dietas restrictivas, reducción en las cantidades de comida, saltarse las comidas, evitar de forma continuada tomar ciertos alimentos (p.e.: dulces…).

Consumo de productos bajos en calorías o ricos en fibra, uso de diuréticos y abuso de laxantes, hacer ejercicio físico para perder peso, vomitar, presencia de atracones en las últimas semanas, falta de los tres últimos ciclos menstruales, perdida de aproximadamente 5 Kg. de peso, en 6 meses, intenso miedo al aumento de peso, verse grueso a pesar de estar en un peso normal (o sobrevalorar determinadas partes del cuerpo).

Preocupación excesiva y frecuente por el cuerpo o la silueta, pesarse con frecuencia, exagerado interés en la publicidad sobre productos adelgazantes, cambio del estado de ánimo o de carácter (depresión, irritabilidad,…). Distanciamiento de los amigos y familiares, se evita ir a lugares públicos donde haya que comer, se tiene excesivo interés por todo lo relacionado con el mundo de la moda y las modelos o bailarinas de ballet, excesiva preocupación por el orden, y aumento en las actividades de limpieza en casa y hacia el estudio.

Frecuentes comentarios sobre el peso, las tallas, el aspecto físico y la alimentación. Preocuparse en exceso cuando otras personas le hacen algún comentario sobre el aspecto físico. Considerar que el aspecto físico tiene mucho valor como medio para conseguir el éxito en cualquier área de su vida, engañar a los demás sobre su alimentación y conductas de purga. Inquietud y nerviosismo en las horas de las comidas, desaparición de comida de la cocina, aparición de comida escondida en el bolso o en diferentes lugares de la habitación, acudir al lavabo al finalizar las comidas con excesiva frecuencia.

¿Qué pueden hacer los padres para ayudar a sus hijos o hijas anoréxicos?

El objetivo es conectar con la enferma (o enfermo) para contribuir a que reaccione y se cure.

Es un proceso largo de curación. Hay que estar preparados para ello. Puede durar tres, cuatro, seis, ocho o más años. Alguna enferma ha reaccionado y ha empezado a comer normalmente después de doce años de dejar de hacerlo. Comer no es más que el principio de la curación. Además de la recuperación del peso y de la normalización alimentaria hay que corregir las secuelas psíquicas. Puede haber retrocesos, crisis, hospitalizaciones…

La dirección del proceso debe confiarse al psiquiatra. Él requerirá y dirigirá la colaboración de un equipo multidisciplinar. Quizá encomiende la psicoterapia a un psicólogo. Es importante poder contar con endocrinólogo, ginecólogo, analista, y es fundamental el papel del nutricionista, que hará o mandará hacer -en diálogo con la propia enferma- los menús concretos a los que ésta y sus padres habrán de atenerse, una vez así objetivados.

No hay que culpabilizar a la emferma ni culpabilizarse, aunque ahora se caiga en la cuenta de los errores cometidos. Ahora se cometerán otros, pero no hay que preocuparse cuando ya haya ocurrido -no conduce a nada bueno-, sino ocuparse en acertar en los pasos siguientes.

Si se enferma de ansiedad debido al problema de la hija, como es frecuente que le ocurra especialmente a la madre, hay que ponerse en tratamiento e intentar, aún más, controlarse para poder ser una ayuda para la hija enferma. Y hay que cuidar de no desatender a los otros hijos; que no vean favoritismos, ni olvidos, sino esmero en que su hermana enferma sea normal como ellos. Así se les evitarán traumas psíquicos a ellos y que la enferma vea premiada su enfermedad y la mantenga.

Los grupos de autoayuda y los grupos psicoterapéuticos de padres y otros familiares son muy útiles, no sólo porque hacen sentirse mejor a los propios padres, sino, sobre todo, porque favorecen la curación de la hija enferma, al proporcionarles a sus padres fortaleza psíquica, normalización y conocimientos para ayudarla a curarse.

Paciencia, sensibilidad, inteligencia, firmeza, dentro del amor, que se supone, pero que hay que exteriorizar en afectividad, es lo que se requiere para captar los mensajes indirectos. Lo que la enferma no expresa con palabras, porque así no quiere, ni sabe, ni puede expresarlo. No hay que desaprovechar esos mensajes sin palabras. Ese dejarse ver, esa presencia, dicen mucho de su petición de ayuda, de que se le diga otra vez lo que rechazaba de palabra.

Que siempre sea verdad lo que se les diga. Esto es fundamental. Y lo que se les promete se debe cumplir siempre. No hay que prometer nada que no se deba o no se pueda cumplir. Sólo faltaría aumentar su desconfianza, su inseguridad y su falseamiento de la realidad.

Jamás hay que decirles que es necesario que engorden para curarse para curarse, sino que deben recuperar parte de lo mucho que han perdido, la parte que les lleva a la normalidad. Hay que decírselo, así porque es verdad y porque les relaja algo del agobio de la ansiedad y del enorme miedo obsesivo que les da engordar.

En cada recuperación parcial de peso, hay que volver a reforzarlas para que la soporten y no se desmoronen por ese miedo a engordar, sino que la asuman e incluso la acojan como un éxito personal y una base para esforzarse en subir otro peldaño

Con razones y afectos hay que ir consiguiendo que corrijan todos sus pensamientos erróneos. A veces, para desmontar una sola idea extraviada, habrá que estar hablando con la hija durante horas. Y luego, volver a empezar.

Nunca tirar la toalla. Intentarlo siempre de nuevo. No hay que dejarse superar por el agobio de la enfermedad de la hija, ni por la sensación de incapacidad para afrontar la situación. Será, si no, la enferma la que tome las riendas de su problema y ahora del nuestro. Y se habrán invertido los papeles. No hay que llegar a eso: el padre ha de hacer de padre. Y la madre, de madre.

El padre tiene un papel importantísimo. Cuando sea posible, cuando no falte, debe dirigir en casa el proceso de liberación y autoafirmación de su hija. Lo que manda el médico en la consulta, hay que aplicarlo las veinticuatro horas del día, de todos los días, hasta la visita siguiente.

Estas enfermas han de recuperar peso para que empiece a hacer efecto la psicoterapia, como dicen con insistencia los psiquiatras y psicólogos que saben; y esto requiere, desde el primer mes, la serena firmeza de los padres para que coman. Hace falta un amor profundo y una inteligencia lúcida para emplear esa necesaria serena firmeza tan lejana de la impaciencia como del sentimentalismo sobreprotector, que tanto daño pueden hacerles. No se les debe privar de la autoridad paterna, ni escatimar razones.

Sería sobreprotegerlas, permitirles no comer lo que el médico les manda o dejar de mandárselo en casa, cuando llega la hora de la comida. La conflictividad va cediendo a medida que van comiendo. Si el primer día que le manda comer, cede el padre ante la reacción irracional de la enferma, triunfa la enfermedad y es derrotada la enferma. Si se mantiene firme el padre en mandarle que coma, la enferma come algo y en la siguiente comida se resiste menos, y cada vez se resiste un poco menos y come un poco mejor, cada vez con menos conflictividad, porque la realimentación las empieza a curar. No hay que ser perfeccionista y renunciar a que coman si es disgustadas al principio.

El límite está en que no hay que meterle la comida en la boca a la enferma: hay que conseguir que sea ella la que coma y eso cuando aún no puede ni quiere. Y lo que no está excluido, sino requerido, es mandárselo. Si no da resultado, puede ocurrir y, en realidad, debe ocurrir, como dicen los especialistas que saben, que el médico ordene la hospitalización y entonces les colocan la sonda y así las alimentan aunque no quieran.

Es por no ser libres por lo que no quieren comer con normalidad, por estar sometidas por la enfermedad. Ponerles la sonda no es vulnerar su libertad, sino empezar a liberarlas del sometimiento a la enfermedad.

No son responsables de sus mentiras. Hay que decirles que no son actos inmorales, porque ellas están enfermas. Lo mismo que no son responsables de sus malos modos (muy frecuentes con su madre), ni de sus ideas e intentos de suicidio. Siendo verdad, hay que decírselo para sostener su autoestima y que no se hundan en complejos de culpabilidad o, por el contrario, en la permisividad de una conducta descontrolada.

El comportamiento autónomo y responsable de los hijos es lo que es necesario fomentar, en especial, si están afectados por estos trastornos. Recordando que el fín de toda educación es que toda persona se comporte bien y lo haga autónomamente, por que quiere libremente el bien.

Cultivar su autoestima hasta que la remonten es esencial para su curación.

Deben seguir cumpliendo sus tareas cotidianas; no se les debe privar de ellas; pero sí combatir la desviación que puedan tener, sea hacia el perfeccionismo, o, en sentido contrario, hacia la dejadez.

Tampoco hay que privilegiarlas en el trato respecto a sus hermanos, o al que reciben sus amigas de sus padres. Nada de sobreprotección; si la ha habido ya es hora de rectificar este factor de riesgo y ahora de perpetuación.

Hay que procurar que no se aíslen, que no desconecten y rompan con sus amistades. Son una ayuda muy poderosa. Porque el aislamiento al que tienden por la depresión y por todo lo demás es un nuevo factor agravante y perpetuador de su trastorno.

Y hay que conseguir que dejen de girar sobre sí mismas, autodestruyéndose cada vez más, sufriendo, haciendo sufrir y sufriendo por ello. Que no reduzcan ya más la belleza al cuerpo y el cuerpo a la delgadez. Que piensen que ser bella es ante todo ser una bellísima persona. Que se olviden de sí mismas y sean felices. Hay que decirles todo eso y que coman con normalidad. Decírselo en todas las formas y con todas las razones posibles.

Lo que dé resultado en cada momento para que reaccionen por sí mismas. Suplicárselo, rogárselo, ordenárselo o pactar con ellas. Apelar a lo personal y a lo familiar y social; a lo humano y a lo divino.

Lo religioso ayuda poderosamente. Hay que rezar y rezar con ellas, cuando esto es posible, cuando hay fe religiosa.

Hay que prepararse para convivir con la enfermedad, si no mejoran, si no se curan y se hacen crónicas, a lo máximo que se puede aspirar es a que no empeoren más, a cuidados paliativos dentro de la enfermedad, aceptando todo lo que la enfermedad trae consigo, y aceptando su cronificación. Las recriminaciones empeoran la situación; y en cambio el afecto y la conllevancia, el llevarse bien, la mejoran. Y al final hasta pueden entrar en vías de curación, a veces inesperadamente. Siempre hay luegar para la esperanza y hay que procurara que no se cronifiquen por no luchar.

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